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Foto GUILLERMO SUÁREZ
“Para mí,
escribir es una pulsión, un modo de respirar, de
estar sobre la tierra” |
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Mariana y los comanches
es un libro-espejo, un texto cuya historia es una suerte de juego
con la ficción, el mismo juego que la novela relata. Ednodio
Quintero dice que tiene un destino curioso, “un buen sino”. Le
gusta contar cómo nació, porque le fascina cómo se producen los
libros, le encantan esas historias en las que los grandes autores
explican el advenimiento de una obra maestra.
A principios de los años 70, cuando era “un
pichón de escritor”, Quintero (Las Mesitas, Trujillo, 1947),
empezó una novela sostenida sobre un triángulo amoroso en torno a
una joven y peligrosamente bella actriz, Mariana, amada a la vez
por dos viejos amigos que tienen entre sí un vínculo homosexual.
El manuscrito quedó inconcluso por una u otra razón y más de 20
años después volvió a las manos de su autor, cuando éste limpiaba
su casa.
–Se había escapado de una quema, no sé cómo
–cuenta Quintero, uno de esos escritores que de vez en cuando dan
parte de su obra a las llamas–. La volví a leer y me pareció muy
mala. Estaba a punto de pegarle candela cuando vi una frase: “Aun
con el agua al cuello, me refugiaba en el monótono fluir de cosas
ajenas a mi naturaleza, materiales de máscara, artificios de
ternura”. La frase me gustaba, y me seguía interesando la anécdota
central del libro, ese triángulo amoroso en una isla ficticia, el
posible incesto, la bisexualidad.
Pero la elaboración era pésima.
Una amiga escritora, sin embargo, tuvo más
fe y lo animó a terminarla.
Quintero encontró lo que le había faltado:
la figura de un escritor maduro y exitoso que recupera un viejo
manuscrito justo el día en que recibe la llamada de una mujer
desconocida, que lo induce a una cita a ciegas. A lo largo de un
día de descubrimientos revisa el viejo texto, que cuenta –he ahí
el espejo– cómo el protagonista es invitado por un amigo de varios
años, con quien practicaba algunos jugueteos homoeróticos, a unos
días en una isla del Caribe con su novia, quien resulta ser la
devastadora Mariana que lo había vuelto loco tiempo atrás, el
cataclismo adolescente que un día se había aparecido en su
apartamento para revolcarle para siempre la vida.
Quintero estuvo alimentando el texto hasta
1996. Dos años después llegó el tercer envión en la forma de dos
españoles entusiastas de la literatura latinoamericana, Olga
Martínez y Paco Robles, que habían montado el sitio en Internet
sololiteratura.com y habían incluido al autor de
La danza
del jaguar y
Cabeza de
cabra en una lista de los 30
mejores narradores de la región. Los dos críticos conocieron a
Quintero en un viaje posterior a Mérida, donde él vive desde hace
muchos años, y luego le pidieron un texto para inaugurar una
colección narrativa con un sello nuevo, Candaya Editores. El
escritor entendió que había llegado la hora para la pérfida y
deliciosa Mariana.
El antiguo manuscrito alcanzó su forma
final, fue a la imprenta este año y ya se está distribuyendo en
las librerías caraqueñas.
Sin tormento
Ese “buen sino” no ha dejado de
manifestarse. En España, la obra ha sido muy bien recibida, para
sorpresa del mismo Quintero. Juan Antonio Masoliver Ródenas la ha
elogiado con fervor.
–Parece que le gusta a muchos lectores –dice
Ednodio Quintero–, que mucha
gente se siente bien con ella. Creo que éste será el libro mío que
más se lea. Y eso que lo escribí como un divertimento, sin
tormento alguno, sin querer hacer una obra maestra. Me han dicho
lo mejor que se puede decir de una novela: que no se puede soltar
hasta el final. Ha habido tantos elogios que ahora quiero volverla
a leer, ya impresa.
En el prólogo, el notable escritor mexicano
Juan Villoro regala al lector
con un perfil del escritor andino, de su vida en Mérida, de su
infatuación con la literatura japonesa, y menciona a la
Lolita
de Vladimir Nabokov, a un pacto fáustico, a la posibilidad de que
el deseo se convierta en crimen para salvarse.
Dice que es una novela escrita en la
plenitud del oficio, en la que Quintero inventa remedios para el
vértigo.
Villoro destaca la presencia del contrabando
entre ficción y realidad que plantea la historia y cita a la
inolvidable nínfula nabokoviana como referencia ante este nuevo
intento de Quintero por cantar –aunque con temor, con tristeza– el
efecto que la sensualidad de una mujer ejerce sobre el varón.
Sin embargo,
Ednodio Quintero dice que no sabe mucho cómo
hacer literatura sobre la belleza femenina, cómo compartir esa
experiencia.
–Eso habría que preguntárselo a Yasunari
Kawabata. En
La casa de las bellas durmientes,
la novela en la que se inspira la nueva de García Márquez, hay
mucho de su veneración por la mujer, que él sabe contar muy bien.
Tiene un cuento en el que una muchacha le regala un brazo a su
enamorado para que duerma con él.
Pero no sólo Mariana tiene mucho de las
muchachas crueles, hermosas y un poco locas que habitan la obra de
Ednodio Quintero.
También están en la nueva novela muchos de
sus motivos de siempre: la pulsión por la escritura, una vida
vivida en cafés y bares, el paisaje campesino de la infancia, el
sexo como modo de conocimiento y de perdición.
Mariana y
los comanches es un texto que
sólo pudo escribir Ednodio Quintero –si es que no es siempre único
todo texto–, pero, a diferencia de otros anteriores, es muy
redondo, económico, tiene todos sus componentes muy a mano,
diáfanos y cercanos unos a otros. Será por eso que Villoro habla
de “plenitud del oficio”.
–Para mí, escribir es una pulsión, un modo
de respirar, de estar sobre la tierra –concluye
Ednodio Quintero–. Lo descubrí tardíamente,
con
La danza del jaguar (que es de
1991). Escribir es lo único que sé hacer bien. Pese a todas las
influencias que he recibido, hoy creo que soy autárquico, que no
le debo nada a nadie. Antes lo que yo hacía sonaba mucho a Borges,
a Cortázar, a veces a Kafka. Pero luego uno se desteta, mata al
padre, y adquiere su propia voz. |