“Me encontré un manuscrito de una novela
corta que escribí en el año 72. No me acordaba para nada de que
existía. La leí y me pareció que estaba muy mal escrita, pero el
tema me seguía interesando. ¿Qué hago?, me pregunte.
Me daba flojera reescribirla y así como estaba no valía para nada.
Pero el tema me gustaba.
La dejé años así, guardada. Un día la quise quemar. La volví a leer
y una frase me sorprendió.
Era una frase muy elaborada, muy bonita, que me recordaba a Onetti.
Así que reinventé la historia de un escritor ya viejo que se
encuentra un manuscrito y decide reescribirlo en un presente.
Hay en ella un juego con los personajes, una especie de fusión entre
realidad y ficción donde el tema es el bisexualismo y el incesto,
que estaban en el original pero que los incorporo al personaje de
esta nueva versión. No tiene nada que ver con lo que estoy haciendo
en este momento, pero lo hice porque leí que Thomas Mann rescató un
manuscrito 40 años después y le consiguió la costura”.
Así nació –según propia confesión del autor–
Mariana y los comanches (Candaya, Barcelona, España 2004), la
novela de Ednodio Quintero, con prólogo de Juan Villoro, que esta
noche será presentada en el Ateneo de la capital catalana por el
escritor Enrique Vila-Matas.
Habla Juan Villoro, el escritor mexicano, de un pacto fáustico que
propone Mariana y los comanches y añade
que “desde su alta ventana, Ednodio Quintero inventa abismos y
remedios para el vértigo”. Coincide así con otro estudioso de la
narrativa de Quintero, el venezolano Gregory Zambrano, para quien su
narrativa “puede definirse como una poética del vértigo, una forma
de decir (de escribir) que tiene un ritmo acelerado, una pulsión que
sacude de manera frontal todos los sentidos y nos lleva por una
serie de pasadizos secretos o, mejor, por un interminable laberinto
donde finalmente encontramos un acto de reconciliación con la
certeza de la vigilia”.
Desde la plenitud del oficio
Destaca Juan Villoro que
Mariana y los comanches “ha sido
escrita en la plenitud del oficio”. Y lo explica así: “El infinito
tema del triángulo amoroso encuentra aquí aristas novedosas. Un
escritor codicia a una amada doblemente esquiva: como objeto del
deseo y personaje narrativo. El protagonista revisa un manuscrito
olvidado, tributario de una poética con la que ya no comulga, acaso
más genuina que la que lo ha llevado al éxito. El texto convoca a
una mujer real y a una mujer narrativa. ¿Es posible recuperar a una
sin sacrificar a la otra? La disyuntiva entre vida y creación
determina Mariana y los comanches. ¿La
mujer que regresa lo hace en nombre del destino o de la ficción? De
manera sugerente, la moneda adivinatoria de Quintero a veces cae en
la cara de la realidad, a veces en la de la imaginación”.
Invita la lectura del libro de Quintero a develar la lección que
queda como residuo en la imaginación del lector: “El presente sólo
se descifra al ser pensado hacia atrás.
Como los personajes, disponíamos de las soluciones mientras eran
vividas (o leídas) ; comprenderlas tarde es, fatalmente, una
repetición.
Entender ese infierno significa asumirlo, seguir al autor en busca
de una salida, el arriesgado rito de paso en que desemboca la trama,
sacrificar el arte para que la vida prosiga, modificada, como un río
que busca nuevo curso”, concluye Villoro.
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