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Foto VASCO SZINETAR /
ARCHIVO
Quintero: “Mi único plan es escribir, escribir,
hasta el fin” |
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La frase: “Ese hombre lleva el páramo entre el
pellejo”, suele aplicársele a muchos personajes nativos de los Andes
venezolanos.
Más que un tremendismo o una deslucida boutade,
forma parte de los rasgos exteriores y el comportamiento de muchas
personas que provienen de esa región, tan cerca del espinazo
continental. Ednodio Quintero, sereno, tranquilo y metódico, ha sido
objeto de dicha observación en múltiples oportunidades.
Mariana y los comanches, su más
reciente obra, es una novela signada por el reconocimiento positivo
de la crítica y el público.
Ha logrado, entre otras cosas, arrancarle elogios a un escritor tan
difícil como Enrique Vila–Matas, quien ha aseverado que “Ednodio
Quintero es el mejor narrador venezolano de su generación”.
Podemos decir que ésta ha sido la novela venezolana más reseñada por
medios españoles en los últimos 10 años, cosa que el autor aprecia
enormemente: “Yo no me atrevería a hacer un
ranking de mis obras, pero con Mariana
ha pasado una cosa muy curiosa, ha sido el libro mío más reseñado en
una proporción de 10 a 1, en comparación con los otros.
Curiosamente, esto pasó en España de la mano de Candaya, una
editorial pequeña pero muy cuidadosa con sus autores”.
La historia de los comanches
–¿Cómo fue el proceso de
escritura de esta novela?
–Yo no me acuerdo muy bien porque en 1996
interrumpí dos libros que estaba escribiendo.
Entre ellos estaba Mariana, que retomé
dos años después y terminé en 1999. Desde que la cerré, ya estaba
lista para ser publicada.
Cuando me la pidieron, lo único que hice fue quitarle el polvo y
mandarla. Estuvo cuatro años guardada, ni siquiera tuvo que hacer el
peregrinaje editorial que hicieron mis otros libros.
–¿La idea es recurrente, ha estado presente en
otros trabajos?
–Esa es una historia un poco más larga. Yo
escribí una novela en 1972. A mí me habían puesto la etiqueta de
escritor de cuentos cortos y me había costado mucho quitármela. Lo
cierto es que ese año escribí una novela en un cuaderno, todavía
recuerdo claramente la caligrafía, luego la dejé, no sé que pasó.
Pero ahí había un juego con eso de la identidad, estaba el café, la
isla, estaban presentes algunos elementos de la novela.
Mucho tiempo después, en los años 90, alguien me dijo que la
retomara y la escribiera, pero pensaba que no tenía sentido, luego
de 20 años no te reconoces en lo que fuiste.
–¿Cómo decide retomarla y escribir
Mariana?
–Una vez la encontré, por casualidad, mientras
buscaba algunos papeles y me puse a leerla.
De golpe me pareció muy mala, hasta que encontré una frase que es
con la que comienza Mariana.
Inmediatamente me dije que esa frase era muy buena, pero por
desgracia no era mía, era de Onetti.
Aún pienso que es de él, pero le daré un premio al que me encuentre
el libro donde aparece. Por supuesto, no es textual... se me metió
en la cabeza y la escribí como si fuera mía, pero el tono que tiene
es Onetti. Dice así: “Aún con el agua al cuello, me reflejaba en el
monótono fluir de cosas ajenas a mi naturaleza, materiales de
máscara, artificios de ternura” . O
sea, para el escritor que yo era en esa época no hay una explicación
de esta frase, o me fumé algo muy bueno ese día, o había leído a
Onetti y se me grabó el tono para componer la frase. Luego de esto
me estuvo acompañando unos años hasta que la interrumpí, como ya
conté, para luego terminarla.
El secreto del oficio
–Cuando decide escribir uno
de sus proyectos, ¿cuánto tiempo suele dedicarle?
–Eso depende, quizás el libro para el que más
disciplina necesité fue La Danza del Jaguar.
En parte, por la extensión y porque era mi primera novela en forma.
Además, era una obra muy dura.
Tuve jornadas de hasta 14 horas cuando ya entré en lo que llamamos
el “vértigo de la escritura”, que es una cosa parecida a un delirio,
en el que no puedes parar. Trabajaba de 6:00 pm a 8:00 am, al día
siguiente me despertaba como sonámbulo y seguía. Claro, eran
jornadas de dos o tres días, luego pasaba un día entero durmiendo
para continuar. Ahora hablo de eso con nostalgia porque ya no
sostengo un trote de esos, tengo otra edad, ahora 4 ó 6 horas son el
ritmo ideal –Hablemos de algunas influencias, ¿es
fácil hablar de ello?
–Eso es muy rico, pero es muy complicado de
explicar porque habría que nombrar como a 500 autores. De hecho,
casi todas las lecturas, hasta las de la prensa te influyen de
alguna manera.
Depende de las épocas, cuando eres joven tienes lecturas de juventud
que si no las haces en ese momento no las puedes hacer después. Un
ejemplo es Hermann Hesse: dentro de dos años cumplo 60, por lo que
ya no lo tolero. Yo sí lo leí en la época en que debía hacerlo, me
lo leí todo, hasta Juego de Abalorios
que ya es una lectura densa. Pero el Hesse clásico es para jóvenes,
el mismo Cortázar es un escritor para jóvenes, digamos que para
menores de 40. Ya una persona formada, madura, desencantada, no
puede leer a Cortázar con la alegría de antes, quizás los cuentos,
pero el Cortázar de Rayuela es un
escritor para jóvenes y creo que más para mujeres que para hombres
–¿Tiene algún plan de publicaciones en los
próximos años?
–No. Sabes que no tengo plan para publicar, eso
yo nunca lo hago, el único plan es escribir, escribir, hasta el fin.
Los libros van saliendo solos o no salen simplemente. Además, está
el país que te afecta y te duele. Éste es el país de uno y no creo
que estemos en el mejor momento pero tampoco sé cuál es el mejor
momento, siempre hemos estado en crisis. Creo que estamos en una
etapa interesante, que no sé hacia dónde va, pero sé que va para
mejor.
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