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El escritor pasa unos días en Mallorca antes de participar en un
congreso
sobre
Bolaño en Munich. Autor, entre otras, de ´Mariana y los comanches´
se separa del ´boom latinoamericano´
LOURDES DURÁN. PALMA.
Ednodio Quintero
-Las Mesitas, Trujillo, Venezuela- es un osado. El escritor va a
plantear "la muerte de la literatura hispanoamericana" en un
congreso sobre Roberto Bolaño que se celebrará la próxima semana en
Munich. Seis escritores de América Latina hablarán de qué supone
estar Fuera de Macondo.
-¿Qué significa estar fuera del territorio García Márquez?
-Tras el boom, qué respuesta dan los escritores de América Latina a
ese fenómeno que está muerto. Yo planteo la muerte de la literatura
hispanoamericana. El boom construyó un mundo muy importante,
reflejaron el continente de forma europeísta porque respondían a ese
gusto. Dieron una idea utópica, la del paraíso. La generación
posteriores escribimos literatura a secas.
-¿Globalizada?
-Vamos a ver eso porque las nuevas tecnologías lo procuran. ¡Claro
que hay una marca de infancia. Nadie puede separarse del idioma, los
orígenes, la familia. Las literaturas marginales como las de América
Latina giran hacia Europa. Uno intenta sacudirse.
-¿El lastre?
-Sí, lo es, aunque uno no lo
siente
personalmente. Soy consciente de estar ahí, de ser marginal, y no me
acompleja para nada.
-En breve dará una conferencia sobre ´Geografías míticas´. ¿Cuál es
la suya?
-Parto del espacio. Minimalista. Mi habitación del Páramo. Otra
habitación en D.F. México, y otra en la selva cuando estuve allá
como ingeniero industrial. El espacio mítico es la infancia. Todos
esos espacios hay que verlos en el tiempo, qué se escribe desde acá
y va a un espacio que no es otro
sino
la página. Nací en el Páramo, en Los Andes, en un pueblito de 500
habitantes. Quizá por eso me atraen las metrópolis.
-¿Regresa a sus lugares para escribir?
-Desarrollé la idea de la aldea y el mundo. Salí de ella pero no
regresé a vivir, ni creo que pudiera hacerlo. Quise huir de la
escritura escribiendo ciencia-ficción. Esa aldea vive. Me volvieron
imágenes: mi madre, a los 17 años, a caballo, llevándome a cobrar su
jornal a otros pueblos. Para mí el único tema de la literatura es el
viaje, el tránsito del alma que se manifiesta de muchas maneras.
Para mí la literatura es una forma de viajar.
-Su novela ´Mariana y los comanches´ está propuesta para el
prestigioso premio Rómulo Gallegos. ¿Cómo ha crecido esa mujer que
es resumen de todas?
-Es sorprendente lo de Mariana. La escribí al tiempo que escribía
otra que se me quedaba atravesada. Mariana surgió para liberarme.
Ahora está haciendo
su propia vida. Cuando la presenté en la Casa de América de Madrid
dije que había oído elogios sobre esa novela, y les dije que bueno,
que iba a leerla. Yo abandono las novelas. Incluso no sé si después
me gustan. En cuanto a las mujeres, sí creo que son superiores. No
quiero teorizar. Cuando escribes me gustaría estar a ciegas porque
es como si te desnudases y te enmascarases también.
-¿Le ciega la escritura?
-Para mí la literatura es como respirar. Algo natural. Es un don que
te dan y lo cultivas. La forma de cultivarlo es escribiendo. Yo no
creo en los talleres, ni que nadie pueda enseñar a escribir; sólo la
mecánica.
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